Primeros días de octubre de 2013 en Barcelona. Vuelta al trabajo, a la rutina invernal, terminó el verano y cambiaba el chip. Vuelta al ejercicio en el gimnasio y tras el caluroso parón veraniego, volvía a salir a correr. A trotar mejor dicho, y de nuevo, con la lengua fuera.
Tenía que perder y ganar. El qué? Pues perder los kilos de más, acumulados en tres meses de playa, pizza, helado y patatas fritas, y ganar la forma del invierno anterior. Pasar de unos orondos 82 kilos a los livianos 77 kilitos del pasado junio.
Mochila abastecida con toalla, chanclas y deportivas y a saludar a los compañeros del gimnasio. Y en el tercer saludo... "Oye Borja, tengo un próximo reto, te apuntas?" -soltó de golpe y atento a mi mirada Laurent, un corso delgado y fuerte como una caña de bambú-.
Y en aquel instante todo cambia. 3 meses de preparación para volver al estado de forma anterior, y ahora, a caminar la senda de los locos.
29 de Junio de 2014, IRONMAN de NIZA.
Así es como comienza esto. Un Ironman con patatas fritas.
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